Hayedo de Santiago
Hayedos, encinares, robledales, almendreras,
higueras, viñedos y huertos, grandes y reducidos huertos, junto a la clavijeña Cruz
de Santiago, fueron en otros tiempos nuestra primera visión del día. Cuando nos
levantábamos de la cama y asomábamos a la ventana, ellos estaban allí,
enfrente, con una lealtad absoluta, esperando, como una llamarada de vida y
esperanza. Aseguro que sus verdes, grises y su alegre visión nos ayudaban a
levantar el ánimo si andaba decaído. La anárquica y la devoradora construcción comenzó
a cerrar el ángulo de visión y la casa empezó a quedarse sumergida y vacía, nuestros
hijos comenzaron a marcharse y nosotros también y solamente pudimos ver el
árbol, ese peral centenario que comenzó a hacernos compañía y sombra a su
manera. Era como una invitación permanente a adentrarnos en la Naturaleza. La
Naturaleza siempre salió a nuestro encuentro en la misma puerta de la casa. O mejor, dentro del solar, porque, con el tiempo, el peral se fue convirtiendo en
una parte esencial de la residencia. Él se ocupó y se afana hoy, sobre todo, de
limpiar el aire. A mí siempre me gustó escuchar el rumor de sus hojas y el
bamboleo de sus ramas, movidas fuerte o levemente por el viento. Y hace que, constantemente,
me reencuentre con mis orígenes rurales. Lo recrea todo. Más de una vez, sin
que me viera nadie, he abrazado su poderoso tronco. Y aún está, ahora mismo
mientras escribo, el pequeño jardín cubierto de sus hojas caídas, que forman
una espesa alfombra olorosa. Me gusta pasear sobre ellas y me estoy resistiendo
a rastrillarlas, esperando se fundan con la nieve, que ya está ahí…y sólo me queda pasear alguna noche de enero sobre las hojas secas nivales.Vale.
Hayedo de Santiago
Hayedo de
Santiago,
casi sin hojas.
Abundante
cosecha
de la seroja.
Tibia luz de
noviembre.
Robles
desnudos:
corpulentos
guerreros
y muy nervudos.
Las hojas han
cubierto
todo el camino.
Vamos pisando
otoño
sin hacer
ruido.
Verdes quedan
las zarzas.
Y los acebos
avivan sus
colores
para el Portal.
Andan niños y
abuelos
cruzando el
bosque,
buscando esos
infantes
los animales.
Difícil
encontrarlos:
Secas las
pozas,
ni verdes ni
marrones
saltan las
verrugosas.
Hayedo de
Santiago.
casi sin hojas.
Abundante
cosecha
de la seroja.
PRJP. N.º 18. Desde mi casa villametrense. Comenzado en los días,
fríos días de noviembre y terminado en los primeros días calurosos de diciembre
de 2018.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
Extraordinario, según lo escribes parece que estás debajo del peral pisando sus hojas caidas y viendo el color otoñal de todos los árboles
ResponderEliminarGracias Joaquín. Preciosidad de peral, delicioso el ocre de sus hojas y pacientes los verderones que se acercan a por algún insecto y se quedan sorprendidos porque, también, los insectos emigraron por la helada. Un abrazo fuerte.
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