Toponimia gravaleña
Viñeta
tomada de ABC J.M. Nieto
Toponimia gravaleña
“Porque te quiero a ti
Porque te quiero,
Dejé los montes
Y me vine al mar.
Tu nombre me sabe a hierba
De la que nace en el valle
A golpes de sol y de agua”. (Joan Manuel Serrat)
Lo he
escuchado en numerosas ocasiones como viejo aserto, como afirmación, aserción,
aseveración o premonición: “Lo que no se nombra no existe”. Y, efectivamente,
arranco hoy ante este aserto citando a nuestro amigo Sancho cuando, avanzando
hacia Barcelona junto a Don Quijote, llegó a toparse con Roque Guinart,
bandolero catalán, que cabalgaba “sobre un poderoso caballo” y “con cuatro
pistoletes a los lados”. “Cuatro pistoletes”, escribió Cervantes; aclarando:
“que en aquella tierra se llaman pedreñales”. Efectivamente, son palabras, poco
más que palabras, sí. Pero con palabras creamos la amistad y la convivencia, y
a veces las palabras son en sí mismas hechos que hablan mostrando así un
reconocimiento ante la diversidad cultural y ante la manera de llamar a las
cosas en nuestras tierras.
Lo
hago hoy, y seguiré profundizando en otros escritos, para seguir nombrando y
recordando colinas, rincones, prados, majadas, recovecos, caminos, vericuetos,
arroyos, apriscos, corrales, brañas, pastizales … Todo estaba efectivamente bautizado, sin que quedara un paraje, una
quiebra del terreno, un otero, un camino, un pequeño manantial en medio de una
junquera, un peñasco o una taina para el ganado, sin que todo el mundo
conociera su nombre. Los nombres hacen reconocible la geografía. y lugares
todos para que no se extingan de nuestra memoria. Tengo que encontrar testigos
y aliados, los hay, que me acompañen y sigan mirando, aumentando y reconociendo
los pagos. “Tu nombre me sabe a yerba / de la que nace en el valle / a
golpes de sol y de agua”, canta Serrat. Pues eso.
Ha
sido la lectura de Marc Bardal el que con su “Vidas a la intemperie”, me ha
dado pie a esta consideración: Los ojos de los campesinos, dice, “conocían la
sombra de cada árbol. Sus pies, la forma de cada piedra. Sólo la niebla podía
llegar a desorientarles por unos instantes. Pero sabían que no tardarían en dar
con un objeto conocido. Y no podemos conocer sin nombres (…) Ni un punto del
terreno sin identificar”. Cuando al campesino lo sacabas de su hábitat, perdía
los puntos de referencia de toda la vida y estaba perdido. No había, como
indica Badal, un espacio “natural” segregado de lo humano, porque “el conjunto
del territorio formaba parte del hogar”. Por eso, todo era reconocible, todo
tenía un nombre.
Tras el
cartel de Grávalos surge una bonita villa. Nombre único que dibuja una sonrisa
e invita a pararse y a envolverse entre flores de almendro y olor a espliego,
romero y tomillo, donde no hay pagos, términos, jurisdicción, territorio ni
palabras que den risa. Podía haber algún topónimo gracioso, pero no lo hay,
todo es un entorno delicioso, riachuelos que han comenzado a llorar después de
años agostados como esos barrancos del Tapiado, del Sotillo, de la Fuente Nueva
y del Carrón. Fuentes primorosas y charcas cristalinas, aunque sean escasas.
Como leerán a continuación, detrás de cada nombre raro, hay una historia y unas
gentes que reivindican su pueblo más allá de lo chistoso que puede resultar su
nombre.
Sé que no
están todos los que son. Pero, si alguien me ayuda, los completaremos. Será una
aventura tensa, pero reconfortante:
Collao
Palanero; Entrecabezas; La Pellejera chica y grande; La Dula; Valdejuelos;
Solana los Portigos; La Cantera; El Canín; La Atalaya; Pellejera;
Hoyo las peñas; Peña de los ahorcados; La Calera; El Portillo; La Vacariza;
Peña Redonda; El Orillo; La Dehesa;
Ongañón; Las Peladas; Tirado del Canto; Costeruela;
Las Pedrugueras; Las Cañadillas; Los Tajadales; El Estrechuelo; La Caseta;
Tulebras; El Castellar; El Barranquillo; El Campillo; La Cuca; Fonsorda; Las
Pezuelas; La Vacariza; La Palancona; Los Pedrugales; Lagunilla; El Carrón;
Rabiñuelas; La Hoya Miguel; La Hoya; La Hoya Judío; Los Rubios; El Rincón; La
Hoya Sotil o Sotillo; Garcicalvo; Hoya Zapata; El Palomar; Las Planillas; El
Calvario; La Torrecilla; La Torre; La Raicilla; El Miñarro; Lagunilla; El
Orillo; La Cueva; Peña Herrera; La Justiñana; Los Balcones; El Cerro Navarro;
Peña del Fraile; El Yesal; El Corral; Peña Diciembre; Vallejuelos; Hoyo
redondo; Cabeza Melera; Peñas del Can; Maquiz; Las Mulgas; Suerte bajera; Los
Molares; Los Hoyos; El Campillo; El Tapiado; Juan Podrida; Fonpodrida; Fuente
de abajo; Fonsorda; Barranquillo; Cabañuelas; El Castellar; La Muela; Los
Molares; los Rubios; Pezuelas; Tulebras.
En esto del
origen y creación de los topónimos hay mucha leyenda y poco dato. Una de las
pocas fuentes documentales en las que me estoy basando sobre el tema son las
Relaciones Topográficas de los pueblos de España, hechas de orden del señor
Felipe II. La ingente obra estadística (los siete tomos originales se guardan
en El Escorial) incluye unas encuestas realizadas por los emisarios reales a
los hombres viejos o sabios de los distintos pueblos del reino y entre las
preguntas había un "Dígase por qué el pueblo se llama así y desde
cuándo".
Para
terminar, les contaré la siguiente anécdota: el 31 de mayo de 1580, los
encuestadores llegaron a Villanueva del Pardillo (Madrid) para rellenar la
encuesta y no obtuvieron una respuesta concluyente: “La causa por la que se
nombró ansí no se sabe”. Dice la leyenda que: “solamente se ha oído decir que
se nombra ansí porque el primero que empezó a fundar la primera piedra en el
dicho lugar se llamó Fulano del Pardo y no hay noticia de que se haya llamado
de otra manera”. Pues eso, Pardillo, que se llama así y listo. Vale.
Grávalos. Término de Las Cabañuelas
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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