miércoles, 15 de marzo de 2017 in

Plato de penitencia






Plato de penitencia

“Garbanzos: esa legumbre tradicional en España desde que los cartagineses nos gastaron la broma de plantarla en ella”. Son “el truco del que, durante veintitantos siglos, se han valido los maridos españoles para entretener a las mujeres en casa”. (Julio Camba en La Casa de Lúculo)

Recuerdo el Carnaval, reverencio a la Cuaresma, soy devoto de los cocidos cuaresmales y sufro de los rigores dietéticos de estos cuarenta días, siempre asociados con sus abstinencias y prohibiciones de la carne. Y recuerdo a la concurrencia dedicando esta fiesta a comer lo más posible.  Yo de niño, de joven, de mayor y de abuelo siempre asocié y asocio el carnaval con los excesos y debo añadir que jamás sufrí los rigores dietéticos de esa cuarentena con el añadido de seis días. 

Si la Cuaresma se presentaba pronto coincidía en casa con la época de la matanza del cerdo y todos sus despieces que eran los principales ingredientes de muchos de los platos tradicionales de estas fechas y, si se presentaba con la tardanza primaveral, todavía era mejor al estar todos esos despieces, embutidos, costillares, papadas, perniles y solomillos perfectamente sazonados, curados, adobados y guardados en olla, apta para ser abierta y saboreada. 

Dicen, no me lo creo, que las cosas han cambiado en cuanto a costumbres y cumplimiento de los preceptos religiosos, no en cuanto a los excesos culinarios de cualquier región de esta España nuestra. Hace unos días participé de la fiesta, poco, pero participé de todo lo pantagruélico que ella conlleva.

 Todo, en aquella jornada primaveral y calurosa, fue fiesta, diversión y grandioso menú: Un contundente cocido en el que el cerdo estuvo muy presente: cabeza, tocino, rabo, lacón, costillas, chorizos…y, aun sin tener Bula, no pequé, todavía no eran días de penitencia. Todo se completó con esos postres tradicionales como paparajotes, leche frita, arroz con leche, arrope calabazate y unos untuosos higos secos. Y para rematar todo y rebajarlo un chupito helado de licor de manzana y el mágico Asiático. Un auténtico espectáculo.

Sí, sí, todo esto sucedió junto a un grupo de españoles-riojanos-cartageneros y hasta algún andaluz, amantes del cocido, potajes y de la historia, también de la conversación, y medianamente instruidos por el legado que los cartagineses dejaron en España y en esta querida región desde la que escribo y disfruto. 

Antes de meter la cuchara en el plato alguno interrogó qué sabíamos sobre los cartagineses. El silencio se hizo premonitorio de ignorancia, hasta que uno de los comensales-contertulios manifestó que las respuestas iban a ser muy pocas. Y es que, en serio, lanzó un interrogante sobre la mantelería de buen hilo, sobre la destrucción de Sagunto y las andanzas de Aníbal. Y siguió, ¿qué sabemos de los cartagineses? ¿Nos dejaron algo? 

Y el de la mantelería de buen hilo respondió: “Llegaron nada menos que en el año 227 a. C., al mando de Asdrubal el Bello. Y sí, sí nos dejaron algo, algo de uso y consumo cotidiano, o casi: los garbanzos, aquella leguminosa que, en Roma, no gozaba de la menor popularidad, hasta el punto de que Plauto ridiculizó en una de sus obras a un comedor de garbanzos. 

¡Ay los garbanzos! Sustento merecedor de las más crueles críticas de autores como Alejandro Dumas y, lo que es más grave, de Julio Camba. ¡Ay los garbanzos! Hay que ganárselos, son muy nuestros. ¡Ay los garbanzos! leguminosa púnica, esencial en el cocido, nuestro plato nacional, también en vigilia, es la base y si no les invito, son fechas, a deleitarse ante un potaje de garbanzos y bacalao. ¡Ay los garbanzos! Capaces de maridar a los cartagineses, son los que trajeron, con el pueblo vasco que lo aportaron en sus travesías en la búsqueda de ballenas por mares cada vez más boreales, en los que se toparon con ese pescado cuaresmal por excelencia, pez teleósteo, anacanto y necesitado de la manipulación humana-salado y desalado- para dejar de ser una sosería y convertirse en un manjar.  

Cartaginés-Vasco en el origen de sus ingredientes, pero indudablemente castellano viejo de cuna, aunque ignoremos cuándo estuvieron, sí estuvieron, los cartagineses en Fuentesaúco o Pedrosillo, de donde proceden los más famosos garbanzos para nuestro plato cuaresmal. Curiosamente, nadie cita al potaje cuando habla de “cocina fusión”, y es un caso de fusión de verdad. ¡Ay los garbanzos! ¡Ay del abadejo! Y qué decir de esos detalles y adornos, como las espinacas, que dan frescura, color, como el huevo cocido y alegría como esas picantes piparras que alegrarán el alma siendo, finalmente, endulzado por esas almendras fileteadas aportando otra textura...Potaje de vigilia; ¿de verdad creen es un plato de penitencia...? 

Escribo cuando el Mar Menor parece abandonar su turbidez y lo verdoso torna hacia su azul eterno. Escribo cuando ya detecto el fondo en sus arenales. Siento, estamos en días de Vigilia, que la Laguna está deseando ser mar, aunque sea menor. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores