De vuelta y cuando la DANA se fue
De vuelta y cuando la DANA se fue
“Soy un trapero de la
estúpida y dolorosa hora del desbarajuste, del estropicio, y ayudo a recoger
las migajas y los pedazos”. (Salvador
Espriú)
El cielo se oscureció cuando circulábamos
por la carretera que llaman “Vía de los navarros” entre Magallón y La Almunia
de Doña Godina. Desde el Servicio Meteorológico no cesaban de enviar mensajes
apocalípticos al móvil. Estábamos en alerta roja y Soledad, señora mía, y yo
viajábamos en nuestro coche desde Villamediana de Iregua hacia Santiago de La
Ribera. Rompió a llover torrencialmente. La lluvia golpeaba los cristales del
automóvil. Septiembre siempre ha sido un mes imprevisible. “O seca las fuentes
o se lleva los puentes”. Pero no tanto lo primero y si lo segundo. El tiempo
estaba loco.
Paramos en Teruel para comer, descansar y
tomar fuerzas para continuar el viaje al día siguiente. Nuestros cuerpos ya no
aguantan de un tirón, como hace una década, los setecientos veintisiete
kilómetros que separan las ciudades de origen y destino. La amenazadora
tormenta dio un breve respiro. Al llegar a nuestro lugar de descanso tomamos
conciencia de que septiembre llena las ciudades y vacía los pueblos. Y, al
levantarnos, para retomar el viaje, fuimos conscientes de que, pasado el
verano, alargan las sombras y una luz difusa, amarillenta, horizontal envolvía
los tejados y de las chimeneas de las casas aún habitadas, cada vez menos, volvía
a salir humo. ¡Oh, aquellos septiembres dorados como racimos de uvas mojados
por la lluvia! ¡Tantos recuerdos! Las yuntas arrastrando el arado camino de la
sementera, la llegada de los nuevos alumnos al Pablo Sarasate, el olor a
pimientos asados en la villa de Lodosa, el silencio y la armonía de los viñedos
revestidos de cobre y oro, los zarzales con moras, el tintineo de los rebaños
careados en las piezas del raso, la mano de los cazadores en la ladera tras el
bando de perdices levantado por los perros entre las cepas ya deshojadas, el
dulce sonido de la flauta de ese pastor amigo, fabricada por él mismo con una
rama de nogal, una navaja y un hierro candente…Un trueno espantoso, que retumbó
en el interior de nuestro coche, me hizo salir de la ensoñación. Golpeó otra
vez la lluvia agresivamente, sin misericordia. ¡Tormentoso otoño de septiembre
y las nubes comenzaron a marchar!
Marchan las nubes
Sobre
las casas blancas,
sobre las dunas,
sobre la playa
y sobre el mar
pasan las nubes bajas
y sin parar.
Pasan
y pasan
como pájaros blancos
en desbandada
estival.
¿De
dónde vienen?
¿A dónde van?
Vuelan
las nubes
con alas invisibles
sin detenerse
jamás.
Acaso
vuelan
para decirnos
que los recuerdos,
que las bellezas,
que los amores,
que nuestras vidas
pasan y pasan,
vuelan y vuelan,
y ya no vuelven
más.
PRJP. Al volver de las vacaciones de 2023
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