Hombres del campo
Hombres del campo
“Por mi sangre
han crecido árboles altos
y vitales
acequias, densos soles,
y si muerdo la
fruta me estremece
su sustancia
ancestral, su dulce origen,
y me crujen los
dientes y me aflora
un hilo de
saliva estimulante.
No he pisado
otra cosa que esta tierra
de la que Tú me
hiciste, y me subyuga
su cósmica
atracción irresistible.
Quiéreme un poco
así si tal me has hecho.
No desdeñes el
barro que formaste
y al que
infundiste aliento y le encendiste
una cálida brasa
entre cenizas
que desde
siempre le llamamos alma
por su eterna
inquietud, ardiente, insólita.” (Francisco Sánchez
Bautista)
Hombres del campo, los míos, los
de mi pueblo, los de mi tierra mantienen dolorosamente la esperanza. Hombres de
campo, sabios y pacientes, los de con los pies en la tierra y la cabeza en el
cielo. Hechos al polvo y a la pena, con la copla sin alegría, pardos, contra el
suelo, surco va, surco viene, ya al arado, ya a la hoz o al azadón uncidos a la
tierra, nobles hombres del campo, los
míos, los de mi pueblo, los de mi tierra, en el olvido y en la desesperanza.
Me cuentan y lo he sentido que
habéis vivido, ahora menos, como se puede, malamente, y
manteniendo dolorosamente la esperanza, nadie sabe de qué. Hombres de campo, sabios y pacientes, los míos, los de mi
pueblo, los de mi tierra, hombres de campo, esos que tienen los pies en la
tierra y la cabeza en el cielo.
Os he visto y os he contemplado y
hasta admirado siempre cerca de la tierra, apenas os saca de ella esa hora en
la que el mundo se dora, el aire se hace ingrávido, la noche alegre y amáis.
Luego os anuda la carga del amor, hasta que se os arrugue la cara, se os haga
pesado el andar, se os endurezcan las manos y se tuerza vuestra sonrisa.
Hombres del campo, los míos, los de mi pueblo, los de mi tierra, los que
mantenéis dolorosamente la esperanza, hay demasiado, mucho que esperar.
Mantenéis amarga y dolorosamente la esperanza.
Y ahí continuáis: al frio y al
calor. Y seguís congelados y lo gélido siempre os conduce, pisoteando caminos
polvorientos, seguir al calor, al relente de la noche y a la chicharrera del
mediodía. Y en nuestros y vuestros pueblos, sobre un vallado vestido de blanco,
existe ese lugar seguro y pobre donde la tierra os persigue y os hace suyos
para siempre. Vale.
“Tiene el cansancio
prendido en su pecho;
secas, ruinosas, sus raíces;
largas sombras ahogan
el temblor de la música.
una noche sin limite
frente a los caballos ensillados.”
(José María Campos Cayuela)
Texto y fotografías La Medusa Paca.
Copyright ©
Leave a Reply