Andando por Argamasilla de Alba
Andando por Argamasilla de Alba
“Aquel loco caballero que tenía por cordura
su escudero”. (El Quijote)
Aquella mañana desayunamos
pronto, tranquilos y suficiente, como corresponde al ofrecimiento que nos hacía
el buffet libre del Parador de Almagro. Nos convenía tomar fuerzas para andar
todo ese recorrido que íbamos a recorrer por la campiña manchega después de
abandonar el que había sido nuestro lugar de descanso y avituallamiento durante
los días pasados.
Salimos dirección Argamasilla de
Alba pasando por Bolaños y dejando atrás con añoranza Almagro, su Plaza Mayor,
el Corral de Comedias, el Almacén de los Fúcares: edificio utilizado de almacén
y oficinas por la familia Fúcares, banqueros del emperador Carlos V y que hoy
es sede de la Universidad Popular de Almagro y centro de reunión y acción de
las encajeras y afanosas del encaje de bolillos que, a la hora de elaborar el
encaje, son unas auténticas artesanas en el manejo del “mundillo”, los
bolillos, los alfileres y de ese dibujo o “picao” diseñado
esquemáticamente. y, también, el Palacio
de los Condes de Valparaíso, edificio barroco, compuesto por un cuerpo central
y dos torres a los lados.
Mirando de soslayo a Almagro nos
despedimos para dirigirnos, vía Bolaños, hacia Argamasilla de Alba y, en esa
nuestra primera parada, visitar el Museo Casa de Medrano, hoy convertido en
oficina de turismo y en un pequeño corral de comedias, que según firme
convencimiento de Hartzenbush, cueva-prisión cervantina donde el editor Manuel
Rivadeneyra editó aquí en 1863 su Quijote, comentado y prologado por quien
ratifica con firme convencimiento que ésta fue la prisión de Cervantes. No nos
olvidamos, así nos lo dijeron, que fue aquí donde en 1905, tercer Centenario
del Quijote, Azorín comenzó su andadura quijotesca.
No podemos visitar, y así dejamos
constancia, por su estado ruinoso y ser de propiedad privada, la Casa del
Bachiller Sansón Carrasco, donde vivió don Alonso López conocido como el
Bachiller Sansón, Caballero de los Espejos, del Quijote. Es de propiedad
privada y está en estado ruinoso.
Después de esta nuestra primera
invitación nos acercarnos hasta la Iglesia de San Juan Bautista, de tradición
gótica, cuya construcción data del 1452, siendo en ella donde se conserva la
partida de bautismo del manco de Lepanto. De allí cruzamos la esquina,
sorteamos el Canal del Gran Prior, saludamos a la Dama de la Sombrilla, nos
topamos con la puerta de los “Académicos de la Argamasilla” y tal como hizo Azorín
para reunirse con ellos “ponemos nuestras plantas en la botica; después pasamos
a una pequeña estancia que detrás de ella se abre. Aquí, sentados, están don
Carlos, don Francisco, don Juan Alfonso, hombres, buenos hidalgos conocidos por
su discreción, amabilidad y sencillez. Los tarros blancos aparecen en las
estanterías; entra un sol vivo y confortador por la ancha reja; un olor de
éter, de alcohol, de cloroformo, flota en el ambiente”.
Y después de contemplar la descripción que el
de Monóvar hizo del casino y nos dejó en su “Ruta de don Quijote” salimos para
conversar con los lugareños, pasear entre jardines y estatuas cervantinas y dar
con algunas caras que eran, o así lo creímos, fiel reflejo del rostro de Sancho
Panza, labriego vecino y fiel escudero de Quijano: estos como aquel eran gordos
y bajos, redondos como una pelota. De nariz chata, ojos saltones, pelo moreno,
corto y rizado. Vestían chaleco corto y negro, camisa blanca, faja, pantalón de
pana, peales de lana y alpargatas. Tenían un aspecto no muy desaliñado, con
barba de varios días. Parecían juiciosos, con sabiduría popular, sensatos,
miedosos o tímidos, pacíficos, simpáticos, alegres y bonachones después de,
probablemente, haber abandonado el analfabetismo. Y allí los vimos y allí nos dimos
una buena ración de lenguaje quijotesco y allí junto a ellos, y apoyados sobre
la baranda del canal del Gran Prior leímos y pensamos en esos detalles
cervantinos y soñamos con Sancho sobre ellos. Pero los viajeros deben dejar
constancia de que estos descendientes de hijosdalgo parecían no ser vagos, ni
muy gorrones, dando la imagen de gustarles mucho comer y beber, aunque no, muy
glotones ni borrachines y lo que si parecieron a los viajeros es seguir siendo
muy buenos amigos de don Quijote. Y otra cosa el que más nos sorprendió fue el
que había sustituido a Rucio por una bicicleta para ir sobre ella como “un
patriarca, con sus alforjas y bota, con mucho deseo de verse ya gobernador de
la ínsula”.
Aquí nos quedamos, la siguiente
semana tomaremos y describiremos otras derrotas y caminos, será por el Castillo
de Peñarroya, donde los argamasilleros se emplazaron para curarse de esas
enfermedades palúdicas adquiridas y provocadas por las remansadas aguas
cercanas a la Laguna del Cenagal, en la Moraleja, Lagunas de Ruidera, Osa de
Montiel para llegar a Tomelloso. Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
Leave a Reply