jueves, 8 de diciembre de 2011 in

Escenarios de nostalgia

Escenarios de nostalgia

Ayer los viajeros quisieron darse una vuelta y pasear por las entrañas de un tesoro, qué digo, varios tesoros escondidos y que abarcan todo un recorrido que bordea  Calblanque (cabo blanco), el Monte de las Cenizas y la Peña del Águila,  fue un paseo por la herida humeante que este verano a punto estuvo de arrasar el corazón de todo un Parque Regional, aún hoy los viajeros han sentido los últimos estertores de aquel incendio agosteño en este enclave precioso de la sierra de Atamaría.

¡Cuánto cuesta acercarse aquí y bien que lo agradecemos! estos parajes son un auténtico tesoro y deben conservarse no haciendo fácil sus accesos y tratando de evitar esos excesos del mundo moderno y de la especulación. Es un tesoro, un tesoro de verdad y recorrerlo en días como hoy se agradece. Son razones suficientes, razones, verdaderamente hermosas, para sentirse orgullosos de haberlo recorrido hoy cuando el otoño termina y el sol todavía calienta, pero menos. 

Paraíso de paz al alcance de zapatilla, gozo alcanzable, un  baño de Edén, silencio impagable, un oasis de paz, un clamor de verdes y azules e inquietante sonoridad, un misterio en el que nos hemos adentrado, un regalo que todos los dioses del Olimpo se pusieron de acuerdo en hacernos. 

Los viajeros no tienen interés en otros lugares deslumbrantes, fundamentalmente del exterior patrio, se conforman con estas pequeñas y graciosas calas porque, vayamos donde vayamos siempre recomendaremos la luminosidad de las calas de Punta Espada,  de los Dénfoles, Punta Negra, cala Magre, cala Arturo y Calblanque. ¡Por favor, no dejen de darse un baño de luz y Mediterráneo en estado de gracia en estas playas de sueño maravilloso! 


Los viajeros han sucumbido ante tanta maravilla y belleza y nos hemos quedado deslumbrados al contemplar el mar devorado por la salida del sol costándonos trabajo imaginar, entre tanta belleza, el marco real que nos deslumbra y nos reconcilia con la vida. 

Los viajeros se han apostado en el Mirador de Playa Larga después de haber recorrido, partiendo de Cobaticas y pasando por Fuente grande, dejando en el centro el Cabezo del Horno y el de La Fuente, para intentar contemplar algunas especies animales y vegetales de gran valor ecológico y muchas de ellas protegidas. Pocas hemos visto, algunas rozando las copas de algún palmito o posadas encima de aliaga desperdigada y tratando de saltar o volar de rama en rama seca de ese espino que no salió airoso del calor pasado convirtiéndolo en arbusto esquelético. A mejor vida de divisarse han pasado las águilas reales, los búhos o los gavilanes que en otros tiempos anidaban en estos montes.

Los viajeros si hemos podido contemplar varios palmitos desafiando, cuando azota,  las potentes rachas de viento de Levante, con unas puntas verdes y naranjas que nos han recordado que todavía hay vida, y no poca, que prevalece entre la tierra de polvo yermo. Aquí todavía hay matices y variedad de olores y es que el romero ya está en flor. Y el sol, en un cielo azul impoluto, animando a los deportistas, a lo senderistas y ciclistas a lanzarse a la montaña donde se cruzan con los camachuelos y trompeteros de revoloteo agitado.


 Debiendo descansar, algo les quedaba a los viajeros por descubrir, no era otra cosa que la serenidad de las aguas y la meteorología favorable, “algo tendrá el agua cuando la  bendicen”, no era otra cosa que, para completar la jornada, adentrarse en las entrañas de un camping, “El Caravaning”, espacio natural sembrado de confort en el que, desde la orilla del mar o sentado al borde de la estancia comprobar cómo el color del otoño se torna crepúsculos almagres vestidos de silencio y melancolía, donde uno puede adentrarse en el agua sin las preocupaciones del que no sabe nadar, éstas quedan fuera junto a la palmera refrescante en la mañana tórrida. No hay peligro, todo es tranquilidad y seguridad, es un sueño de arena y salitre, de amabilidad y bien hacer, es un lecho de materiales arenosos en el que, por no molestar, ni el caballito de mar lo hace, cuando navega su elegante porte entre las aguas tranquilas.

Como su Mar Menor, que lo abraza, este es un camping natural que más bien parece una escuela de idiomas mezclada entre la vela, la magia y el color.


Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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